Un ritual de integración y devoción en los valles cántabros
La Fiesta de Nuestra Señora del Moral es una celebración que cada año, desde tiempos inmemoriales, une a los valles de Iguña y Cabuérniga en Cantabria. Se lleva a cabo el sábado siguiente al 15 de agosto en la braña del Moral, un lugar de arraigado sabor popular que se ha convertido en un símbolo de convivencia entre las comarcas. La ermita donde se celebra esta festividad se encuentra en la divisoria de aguas entre los dos valles, lo que la hace un punto de encuentro especial para los devotos.
Historia y leyenda
Según la leyenda, la Virgen del Moral fue hallada por un toro que escarbó en la tierra, sacando la imagen de la Virgen que estaba escondida. Posteriormente, la imagen fue llevada a una iglesia del valle, pero milagrosamente regresó en tres ocasiones a la braña solitaria. Esta señal se interpretó como el deseo de la Virgen de ser venerada en el lugar donde fue encontrada. Los habitantes del lugar cuentan que al subir por Cuchío, la Virgen dejó sus huellas imborrables en las piedras, marcando así su paso y su decisión de quedarse en el Moral como guardiana de los valles.
La celebración en la braña
- Lugar: Braña del Moral, Arenas de Iguña
- Fecha: Sábado siguiente al 15 de agosto
La fiesta comienza la víspera con la llegada de los asistentes que suben a la braña para acampar libremente, disfrutando del entorno natural y compartiendo la tradición. Aquellos que prefieren subir el día de la fiesta lo hacen a pie, partiendo desde la braña de Brenes o desde Los Llares, enfrentando un recorrido algo más difícil pero lleno de significado.
La misa y la procesión
- Hora: 12:00 horas
En la ermita se celebra una misa a las 12 del mediodía, seguida de la procesión en la que se lleva en andas la imagen de la Virgen del Moral. Durante este acto, los asistentes participan en cantos, piteros (músicos populares) y bailes tradicionales, creando un ambiente de profunda devoción y hermandad.
Un encuentro entre leyenda y tradición
La Fiesta de Nuestra Señora del Moral no es solo una celebración religiosa, sino también un encuentro entre la leyenda y la tradición. Es un momento para que los habitantes de los valles de Iguña y Cabuérniga, así como visitantes de otras partes, se reúnan en comunión, reviviendo la historia del hallazgo de la Virgen y reafirmando su devoción.
La leyenda cuenta que durante su ascenso, la Virgen dejó huellas imborrables sobre las rocas, como las conocidas Las Rodillas de la Virgen, donde los creyentes se postraban en oración, y que poco antes de llegar al Moral descansó dejando una huella en una losa. Este acto es recordado como el momento en el que decidió quedarse para siempre, vigilante de los valles que la acogieron.