Hace 47 años se proclamaba la República Árabe Saharaui Democrática, como respuesta a la invasión extranjera del Sáhara Occidental y con la voluntad de autoafirmación e independencia del pueblo saharaui.
A lo largo de estos años la RASD se ha constituido en una realidad incontestable. Una realidad nacional, con sus Instituciones propias, e internacional, con sus reconocimientos y su presencia.
A nivel nacional, la República Árabe Saharaui Democrática, ha sabido construir en las difíciles condiciones del exilio y en los territorios liberados, un Estado con todas sus características y con plena soberanía en todos los ámbitos. Un Estado que gestiona y legisla sobre los aproximadamente 173.000 saharauis de los campamentos y de los territorios liberados. Con éxitos tan destacados como la eliminación plena del alfabetismo, elemento que constituye una rareza en el entorno africano, y de un mayor valor por las circunstancias de los campamentos.
Un Estado que ha asumido todas sus responsabilidades en defensa e interior, en enseñanza y sanidad, en alimentación, en medio ambiente, en políticas de género y de edad, y así, hasta enumerar todos aquellos campos que podemos encontrar en cualquier Estado moderno.
Un Estado, además, construido a partir de la participación popular, como se pudo ver en el último congreso del Frente Polisario, en el que miles de saharauis intervinieron en alguna de sus fases (preparación, debate, toma de decisiones, etc.), y que se nutre de Instituciones locales, regionales, un Parlamento y un Gobierno.
Un Estado que han construido los propios saharauis y que ofrece una experiencia singular y única entre los diferentes campos de refugiados del mundo, debido a su autoorganización.
Un Estado que nunca ha renunciado a la plenitud nacional, a la soberanía sobre la totalidad del territorio del Sáhara Occidental y, por eso, tiene un ministerio especifico de Territorios Ocupados.
A nivel internacional, porque ha sido reconocido por 84 Estados de todo el mundo, con muchos de los cuales mantiene relaciones diplomáticas normalizadas y, en algunos casos, embajadas y embajadores permanentes.
Un Estado que es miembro fundador de la Unión Africana, del Parlamento Panafricano y de sus Instituciones. Participando de pleno derecho en todas las grandes citas continentales, en sus reuniones internas y en sus reuniones internacionales, con la Unión Europea, por ejemplo.
Un Estado, que, si bien no ha sido reconocido plenamente como tal por las Naciones Unidas, estas si reconocen el derecho de sus habitantes a la autodeterminación y a su movimiento de liberación nacional, el Frente Polisario, como único y legitimo representante. De ahí el sentido de las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea, que, presumiblemente, a pesar de los recursos, entre ellos de España, acabara legislando la diferencia entre el territorio del Sahara occidental y el de Marruecos, el carácter de ocupante de este último y la plena representatividad del Frente Polisario.
Un Estado construido por aquellos y aquellas que fueron españoles y por sus hijos e hijas, habitantes de la colonia del Sáhara español, a los que abandonamos a su suerte en 1975 y a los que, el presidente Sánchez, ha vuelto a traicionar el año pasado, olvidando la justicia y la legislación internacional, la voluntad del pueblo saharaui, los lazos históricos con los pueblos de España y la voluntad de la mayoría de nuestros ciudadanos.
Celebremos hoy estas realidades, exigiendo a nuestros gobernantes que se aparten del camino de la traición, y que reconozcan, como hacemos nosotros, que la RASD es una realidad incontestable y es la voluntad firme de los habitantes de un territorio que fue español y que hoy quiere y tiene todo el derecho a ser plenamente libre.